
Pero aquí en casa, aquella mañana trajo un mar de flores rojas, moradas y amarillas, y las calles se llenaron de jóvenes sonrisas que lo esperaban todo de la nueva era de la libertad, la igualdad y la fraternidad que encarnaba una señora que llevaba un gorro frigio y que enseñaba una teta.
Aquella mañana muchos maestros les contaron a los niños que de mayores seguirían siendo todos iguales y muchos curas anunciaron a las beatas el apocalipsis por anticipado. Aquella mañana se afilaron lapiceros y cuchillos, se pasearon esperanzas y revanchas. Aquella mañana desembocó en una corta fiesta de gritos, sudores, abrazos y canciones. Al final, como en todas las fiestas, los matones y los pendencieros se colaron obscenos entre las risas y la madrugada trajo la resaca que todos conocemos.
Pero aquella mañana de abril millones de personas su subieron al carro de la libertad y eso, en tiempos de crisis, bien merece un homenaje, aunque sea tan pobre como este. Salud.