viernes, 16 de julio de 2010

Felicidades esféricas


Por si os dio un ataque de catalepsia y acabáis de resucitar, quiero comunicaros que acabamos de tener unos días de gloria. Hemos pasado a la historia. Hemos asombrado al planeta y alcanzado un éxtasis que ni siquiera logran los más audaces comedores de hongos caducados. Por eso, y porque soy una persona desprendida y solidaria, quiero felicitar de todo corazón a los beneficiarios de tan magno acontecimiento:
A los dueños de las cadenas de pizzas, que se forraron mientras sus currelas se jugaban la piel en el asfalto recalentado, para alimentar a unos estómagos ansiosos.
A las abuelas del autocar donde escuché la semifinal, que se lo pasaron pipa confundiendo los corners con los goles.
A los amos de las empresas de telefonía, que curaron su desasosiego gracias al millón de sesudos e inteligentes sms tipo “somos la hostia, me cago en el copón, vivassspañaaa”.
A las pobres gentes angustiadas y deprimidas que encontraron un respiro gracias a las madres de los árbitros.
Al medio millón de sudafricanos que consiguieron curro en las obras de los estadios para gastarse la pasta en vuvuzelas.
A los que cosieron a mano por un euro el balón que tanto animó la vida de los sufridos futbolistas.
A los vendedores de banderas, tricornios y monteras de plástico, convertidos por unos días en árbitros de la elegancia.
A todas las mujeres que por unas horas tuvieron un respiro, refugiadas en la cocina de sus vidas mientras el animal que les ha caído en desgracia, se desfoga berrando ante el televisor en lugar de inflarlas a guantazos, como hace habitualmente.
A todos los comentaristas que les enseñaron a los niños que la vida es una dura competición en la que hay que aplastar al equipo contrario, eliminar al rival, acorralar al enemigo, imponerse por cualquier método y ganar toda costa.
A todos los parados que por fin se movilizaron para animar en masa a la roja.
A todos los patriotas que sacaron pecho y esgrimieron su banderas para ensañarse con otros patriotas que no coincidían con su mismo patriotismo.
A los políticos que tuvieron un merecido descanso en su abnegado cruce de insultos.
A los chavales que se lo curraron corriendo por el césped detrás de la pelota para darle una alegría a un montón de gente que nunca ve el fútbol.
Y a la estrella del Mundial, Sara Carbonero, como compañero de profesión, le deseo que la conozcan y la recuerden por algo más que ser la novia de alguien.