Aquella mañana Feldespato Cualquierez se levantó de nuevo animoso y, porqué no decirlo, casi feliz. Después de seis meses en el dique seco había encontrado una faena remunerada, mal, pero remunerada. Lo primero que hizo fue dirigirse a una comisaría para renovar el DNI que había caducado a finales de agosto, a penas unos quince días antes, pero que era imprescindible para el papeleo del contrato de una semana que había conseguido mendigando a un antiguo compañero de trabajo, que en el pasado le había puteado hasta lo indecible. El recuerdo de aquella humillación no logró agriar aquella esplendorosa mañana porque Feldespato era un tipo curtido, incluso se diría que acartonado, por la vida.
La primera señal de alerta fue aquel cartelito, escrito a mano con penosa caligrafía, en el que se anunciaba que no se atendían renovaciones sin cita previa. Imperturbable se dirigió al funcionario y le preguntó donde podía lograr dicha cita previa. Por toda respuesta el probo trabajador del Estado le extendió ante las narices un papel con un número de teléfono y una página web. Con las armas que de la experiencia, Feldespato logró sonsacarle el plazo previsto para la renovación del documento de marras: “eso en una hora está hecho”, le contestó el autómata de apariencia humana. Ufano, nuestro héroe marco el teléfono del papel. Era un 902 en el que una voz metálica le informaba que el precio de la llamada era el usual (?) y le daba a elegir entre tres opciones: Renovar DNI, Renovar Pasaporte o Ambas Opciones. Disciplinadamente repitió la primera y la voz metálica le obsequió de nuevo con la lista de tres opciones. Al cuarto intento Feldespato se cagó en la madre del aparato y quien lo inventó y se dirigió a un locutorio donde un variopinto grupo de inmigrantes conectaba con sus familias.
El intento vía internet le proporcionó la sorprendente noticia de que el número del documento que tecleaba en la web del Ministerio de Interior para pedir cita previa no se correspondía con el número del documento que sostenía entre sus dedos y del que había copiado el número tecleado. Imperturbable se fue a una cabina e invirtió dos euros y veinte céntimos en un renovado intento de contactar con el teléfono de información. Esta vez logró sortear las trampas de la voz metálica y hablar con una señorita que se identificó con un nombre que Feldespato olvidó al instante. La amable funcionaria proporcionó una versión más ajustada del “eso en una hora está hecho” y le informó de que en ese momento todas las dependencias de renovación del DNI y la cita previa era para el jueves. Ah, y gracias por su llamada. Ni así perdió nuestro hombre su recién adquirido optimismo. Era probable que los de la empresa de contratación fuesen un poquito más abiertos y pasasen por alto el detalle de la fecha del DNI.
Ya en casa, nuestro ciudadano consumidor se dispuso a hacerse un arroz cocido con un frankfurt, base de la conocida como dieta milagro. Pero al abrir el grifo el agua se negó salir. Llamó a la compañía y esta vez tuvo suerte, al segundo intento le informaron de que le había cortado el suministro de agua al no responder a su aviso de retraso en el pago del último recibo, a lo que Feldespato, ya un tanto perdido el oremus, contestó que el no tenía ni puta idea de que le hablaban ni nadie la había avisado de tal retraso. De poco sirvieron los razonamientos de Feldespato. La compañía le había enviado un sms y si no lo había recibido era, evidentemente, culpa suya. Así que se hizo un bocata de choped y se sentó delante de la tele para ver las noticias. El menú de titulares ofrecía las siguientes opciones:
España se rompe.
La oposición es desleal con el gobierno.
La corrupción es un invento de los jueces y la policía.
Los empresarios necesitan despedir más y mejor para poder sanear la economía.
El fútbol va de puta madre.
Feldespato apagó la tele y decidió echar una siesta para olvidarlo todo, aunque fuera por media hora. Entonces recordó que hace poco el médico le había recetado insomnio “a causa, probablemente, del estrés”..
La primera señal de alerta fue aquel cartelito, escrito a mano con penosa caligrafía, en el que se anunciaba que no se atendían renovaciones sin cita previa. Imperturbable se dirigió al funcionario y le preguntó donde podía lograr dicha cita previa. Por toda respuesta el probo trabajador del Estado le extendió ante las narices un papel con un número de teléfono y una página web. Con las armas que de la experiencia, Feldespato logró sonsacarle el plazo previsto para la renovación del documento de marras: “eso en una hora está hecho”, le contestó el autómata de apariencia humana. Ufano, nuestro héroe marco el teléfono del papel. Era un 902 en el que una voz metálica le informaba que el precio de la llamada era el usual (?) y le daba a elegir entre tres opciones: Renovar DNI, Renovar Pasaporte o Ambas Opciones. Disciplinadamente repitió la primera y la voz metálica le obsequió de nuevo con la lista de tres opciones. Al cuarto intento Feldespato se cagó en la madre del aparato y quien lo inventó y se dirigió a un locutorio donde un variopinto grupo de inmigrantes conectaba con sus familias.
El intento vía internet le proporcionó la sorprendente noticia de que el número del documento que tecleaba en la web del Ministerio de Interior para pedir cita previa no se correspondía con el número del documento que sostenía entre sus dedos y del que había copiado el número tecleado. Imperturbable se fue a una cabina e invirtió dos euros y veinte céntimos en un renovado intento de contactar con el teléfono de información. Esta vez logró sortear las trampas de la voz metálica y hablar con una señorita que se identificó con un nombre que Feldespato olvidó al instante. La amable funcionaria proporcionó una versión más ajustada del “eso en una hora está hecho” y le informó de que en ese momento todas las dependencias de renovación del DNI y la cita previa era para el jueves. Ah, y gracias por su llamada. Ni así perdió nuestro hombre su recién adquirido optimismo. Era probable que los de la empresa de contratación fuesen un poquito más abiertos y pasasen por alto el detalle de la fecha del DNI.
Ya en casa, nuestro ciudadano consumidor se dispuso a hacerse un arroz cocido con un frankfurt, base de la conocida como dieta milagro. Pero al abrir el grifo el agua se negó salir. Llamó a la compañía y esta vez tuvo suerte, al segundo intento le informaron de que le había cortado el suministro de agua al no responder a su aviso de retraso en el pago del último recibo, a lo que Feldespato, ya un tanto perdido el oremus, contestó que el no tenía ni puta idea de que le hablaban ni nadie la había avisado de tal retraso. De poco sirvieron los razonamientos de Feldespato. La compañía le había enviado un sms y si no lo había recibido era, evidentemente, culpa suya. Así que se hizo un bocata de choped y se sentó delante de la tele para ver las noticias. El menú de titulares ofrecía las siguientes opciones:
España se rompe.
La oposición es desleal con el gobierno.
La corrupción es un invento de los jueces y la policía.
Los empresarios necesitan despedir más y mejor para poder sanear la economía.
El fútbol va de puta madre.
Feldespato apagó la tele y decidió echar una siesta para olvidarlo todo, aunque fuera por media hora. Entonces recordó que hace poco el médico le había recetado insomnio “a causa, probablemente, del estrés”..