
martes, 25 de mayo de 2010
Camino a la Libertad en Radio 3
Se puede escuchar en el siguiente enlace.
Gracias a Javier y a todo el equipo del programa.
http://www.rtve.es/podcast/radio-3/carne-cruda/
domingo, 9 de mayo de 2010
HUMO

Una espesa cortina de humo se ha instalado en las noticias. Un volcán islandés vomita y los objetivos de todas las cámaras miran hacia allí. Los telediarios se llenan de frustrados viajeros buscando en quien descargar su mala leche, arrancándole minutos informativos a Messi y Cristiano Ronaldo, que no echan humo pero también son volcanes, o viceversa.
El humo lo ocupa todo mientras, en la calle, la gente esquiva a los mendigos como si tuvieran una enfermedad contagiosa. El virus del miedo ha comenzado a extenderse. Es una pandemia silenciosa que nos está matando lentamente. Nadie quiere ser el próximo en engrosar las listas del paro. Nadie quiere que le despierten del falso sueño del bienestar.
La solidaridad es una palabra pasada de moda, mal vista, reprochable incluso. La vacuna contra el cáncer que nadie nombra es agachar la cabeza, poner el culo en pompa…y rezar para que sea otro el que reciba la patada que lo mande al rincón de los apestados. Los periodistas nos sirven humo en bandeja mientras se acojonan con el próximo ERE, con la inminente reducción de plantilla. Algunos señalan tímidamente hacia Grecia, donde ha empezado a desprenderse otro humo, el de las hogueras de la indignación de los que pagan el pato de los errores de quienes siguen teniendo la sartén económica por el mango.
Mientras miramos los humos de los volcanes nos vamos convirtiendo en una sociedad de putas, cobardes y usureros. Pero podemos seguir respirando tranquilos gracias a los sedantes de estupidez que regalan continuamente desde las pantallas. Solo hay que aspirar fuerte y hacer como que no se nota el hedor de la miseria.
lunes, 12 de abril de 2010
Documental "La Frontera de Papel"
La frontera de papel, cinco historias de nostalgia y esperanza. from CarPa on Vimeo.
La Frontera de Papel es un documental producido por ACCEM y dirigido por Manuel López Poy, en el que se narra las diferentes historias de cinco inmigrantes que esperan en España a recibir el estatus de refugiado, sus viajes y sus motivos para solicitar la condición de refugiado y sus posibilidades y esperanzas de conseguirlo.
Producción: ACCEM
Dirección y guión: Manolo Poy
Realización: David Moreu
Edición: Carlos Padilla
Música: Matías Moreno
Aquí podéis ver el trailer que he hecho Carlos Padilla en su página de Artyka.
viernes, 9 de abril de 2010
Nada nuevo, Pepe
Como no me conoces, no sabes que le he metido un cambio a mi vida y he vuelto una temporada a la tierra que nos vio nacer, aunque creo que en nuestro caso sería mejor decir, que nos oyó nacer. A lo mejor por eso, o porque he visto la cojonera en el escaparate, o porque estoy hasta los huevos de que me digan cuanto me parezco, me he acordado de ti y me he dado cuenta de que hace ya más de un año que te largaste. Primero se me han ocurrido unas profundas reflexiones para compartir contigo: ¡Joder Pepe, como pasa el tiempo!. ¡Un día estás y al siguiente ya no!. ¡ No somos nada y menos en gallumbos!. Pero la verdad es que me faltaba algo, así que he decidido darte la tabarra yo a ti, ahora que no puedes hablar, y contarte como va por aquí desde tu huida.
Para empezar, los curas le siguen metiendo mano a los niños, cosa que a ti no te pilla de nuevas, no porque te hayan metido mucha mano, sino porque eres de esa generación que, cuando llevaba pantalón corto y medias por la rodilla, tuvo que acercarse a un confesionario para que un cura te preguntase si pecabas contra el sexto. Si no pillabas la indirecta, o te hacías el muerto boca abajo, te preguntaba directamente si te tocabas “ahí” y si lo hacías solo o con otros; pregunta esta última que era de agradecer porque te abría un mundo nuevo de posibilidades. ¡ Qué te voy a contar a ti!. En fin, que ahora se habla mucho del asunto porque han pillado a unos cuantos que hace años se pusieron las botas en orfanatos, seminarios, colegios y otros centros de acreditado pedigrí rijoso. Lo que pasa, es que ellos son pecadores, no delincuentes. O sea, que lo que para el común de los mortales supone unos años de cárcel, ellos lo solventan con un par de avemarías.
En política las cosas también siguen más o menos como siempre. De vez en cuando los del PP se comen unas barritas de merluza en mal estado y empiezan a hacer el número de la niña del exorcista echando sapos por la boca y escupiendo a Satán Zapatero y sus amantes de ETA. El hombre responde como siempre, enarcando las cejas, convocando a sus pajines (como ves, siempre volvemos a lo mismo) y viendo brotes verdes en el horizonte. Para mi que esos brotes vienen de la misma marmita en la que se calló Obelix. Por lo demás, PNV y Convergencia i Unió siguen como los pimientos de padrón, días sí y días non, Izquierda Hundida sigue profundizando en su proyecto y los demás jugando al mus, que si pitos, que si envido, que si órdago a la grande. Mientras, en los juzgados sigue el circo de las sonrisas de los que se lo llevan calentito.
Y por el mundo, más o menos lo mismo. Este año empezó bastante chungo, con terremotos en Haití y Chile. Como siempre, nos volcamos en ayuda humanitaria que llegó desorganizada, y como siempre, nos olvidamos del asunto antes de un mes. En nuestra querida Cuba, nuestros medio paisanos, los Castro, siguen como aquel maño del chiste delante de la locomotora: “pita, pita, ¡que como no te apartes tu!”. Obama ha empalidecido un poco, los chinos siguen siendo muchos y muy activos, en África siguen palmando en silencio y por todas partes las bombas fanáticas siguen destripando bien, sin mirar a quien. Como ves, poco de nuevo, viejo.
Aunque ahora me acuerdo de una cosa que si que supuso una novedad. Hace un par de meses un perro se ahorcó con su propia vestimenta cuando participaba en un desfile de modelos. Yo creo que la criatura se suicidó de la vergüenza que le daba. Claro, que como no fue ni el CSI ni nada, pues nos quedaremos siempre con la duda de si fue un accidente o el perro tenía más dignidad que la mitad de los que salen en el telediario.
Hasta siempre Pepe. Ya te mantendré informado. Por cierto, tu gran temor a quedar malamente con La Caixa puedes ir descartándolo. A pesar de la crisis siguen obteniendo beneficios.
lunes, 15 de febrero de 2010
El año del tigre
Ayer en mi barrio celebramos el año nuevo. Como sois una gente ilustrada e informada, habéis deducido sagazmente que vivo en un barrio con mucho chino. Antes China se asociaba al país del cuento, el flanin, las naranjas y un juego de barra de bar, algo que probablemente ignoraban sus millones de ciudadanos, que han venido a nuestra casa para buscarse el arroz en un aire más fresco que el de los mandarines comunistas con corbata, que patrocinaron la matanza de Tiananmen. Ahora los chinos son esos vecinos indispensables para los jardineros de maceta balconera, los solteros recién independizados o su versión en divorciados y todas las abuelas del barrio que coleccionan marcos de fotos.
Viendo la jarana que montaron en la calle con los del año del tigre, yo me dije: “coño, otra oportunidad para hacerse el buen propósito de atravesar este año contra viento y marea”. Y acto seguido pensé (yo soy así de rápido): “¿como cojones será un año del tigre?”. Disculpareis, pero cuando hablo solo digo muchos tacos. En fin, que me puse a estudiar el tema y, tras una concienzuda investigación de diez minutos en internet, salió el siguiente resultado.
Me remonté a 1902, que fue un año del tigre especialmente chungo para los propios chinos. Fue el de la sangrienta revuelta de lo "boxers" con miles de muertos y también el de la erupción de un volcán en la Martinica que se llevó por delante a 30.000 personas. Quizá por eso los alemanes patentaron los somníferos. Pero eso son minucias si lo comparamos, con el siguiente año del tigre, 1914. Para no ensañarnos, lo vamos a dejar en que empezó la Primera Guerra Mundial, que acabaría cuatro años después con el mayor horror conocido hasta entonces y diez millones de muertos.
El siguiente, 1926 fue bastante más relajado, nació el osito Winnie the Poo, se construyó la primera tele, se descubre la vacuna del tétanos y al pobre Gaudí lo atropelló un tranvía dos meses antes de que Harry Houdini hiciese su ultima y definitiva escapada, la que le llevó al otro barrio. Entretanto, los chinos salen de una guerra civil que pierden todos y gana Chiang Kai Chek.
A 1938 lo vamos a liquidar con un par de apuntes: los nazis persiguen a Freud, entre otros muchos, hasta que se escapa a Londres, donde se estrena el primer refugio nuclear antes de que comiencen a caer las bombas. Mientras, el Vaticano reconoce al régimen de Franco, antes de que acabe la guerra. Menos mal que ese año nace Superman. Ah, sí, lo de los chinos va a peor; ahora los están liquidando masivamente los japoneses.
Y llegamos a 1950. La India se convierte en la mayor democracia del mundo, en China estrenan la República Popular de Mao Zedong y en Grecia la paz, después de una guerra civil de cinco años. Para compensar, empieza la guerra de Corea y de paso, la Guerra Fría. Parece ser este fue un año del tigre de metal, así que, a lo mejor por eso, en la España del racionamiento se crea la Seat. En 1962, como el tigre era de agua, se fue a una playa de Cuba y se lió la crisis de los misiles, con todo el mundo acojonado, menos los chinos que andaban muy liados fabricando sus propias bombas. ¿Lo bueno?, que nace Amnistía Internacional. ¿Lo peor?, que se muere Marylin Monroe y que empiezan a proliferar los cines de arte y ensayo.
El siguiente año del tigre, 1974, parece un chiste malo. Esta vez el bicho era de madera, el mismo material del que estaba hecha la jeta de Richard Nixon cuando le pillaron con el Watergate. Definitivamente es el año de las gilipolleces, porque se pone de moda que salten a los campos de fútbol y unos tipos en pelotas llamados “streakers”, la nieta de un multimillonario, Patty Hearts, atraca un banco en nombre del Ejército Simbiótico de Liberación y la sensación del pop mundial son unos tipos con el pelo cortado a hachazos que se hacen llamar los Bay City Rollers. Los chinos contribuyen regalándoles a los ingleses un par de osos pandas y a cambio reciben dos rinocerontes blancos.
En 1986 el tigre de marras era de fuego, como el arma que acabó con la vida de Olof Palme. Para acabar de liarla, ese año pasa por el cielo y el cometa Halley, cosa que la central de Chernovyl aprovecha para pegar el mayor pedo nuclear de la historia.
Y en 1998, Bill Clinton se lió con la becaria Mónica Lewinksky para promocionar una forma de trabajo en precario y para que Txus Blues y Jose Bluefingers dedicasen una divertida canción a “los labios más ardientes del blues”. El año entonces fue tigre de tierra, quizá por eso el planeta soltó su cabreo y nos castigó con una serie de catástrofes mundiales provocadas por el fenómeno El Niño, el peor de todo el siglo.
Este año, para empezar a celebrarlo hemos empezado desencadenado una ofensiva bélica en Afganistan, con atentado brutal en la India, una catástrofe en Haití y la vuelta del miedo nuclear con el lío de Irán. ¿Esto demuestra que el año del tigre es especialmente chungo?. Pues no necesariamente, porque he mirado los años del cerdo, del perro y de la rata, y no eran precisamente mejores, Entonces, ¿somos nosotros los que nos empecinamos en cagarla?. Abstenerse escépticos, librepensantes, camareros, músicos y periodistas. El resto, irlo rumiando. En cualquier caso, me quito el sombrero con los chinos, ¡lo que aguantan los tíos!.
Va por ellos y por vosotros, que tampoco sois mancos en aguante. Feliz año del tigre.
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jueves, 24 de diciembre de 2009
Cruento de Navidad

Hace una semana me encontré con Manuel Merchán en una esquina de una página de periódico. Era un eterno inevitable, olvidado y habitual personaje navideño: el mendigo que se lleva el temporal de nieve.
Los periódicos recogieron la noticia de forma exacta a como se la envió la agencia. Siete líneas peladas: “Protección Civil recomienda llevar ropa de abrigo y un teléfono móvil con batería de recambio a los que salgan a la calle. Nada de eso tenía Manuel Marchán Álvarez, un hombre de 49 años que vivía en la indigencia, acompañado siempre de un cartón de vino, en un céntrico parque de Almendralejo (Badajoz). El lunes apareció muerto por hipotermia en una nave abandonada de su propiedad. Ayuntamientos y organizaciones trabajan para dar resguardo y un plato caliente a los sin techo. Con Manuel no dio tiempo. La ola de frío se lo llevó por delante”.
El intento de alarde literario revela que los periodistas no tenían pajorera idea de quien era el finado, por decirlo finamente. Así que ignoro el encadenamiento de fatalidades que llevaron a Manuel a convertirse en un indigente. Probablemente fuesen pequeños naufragios cotidianos, agravados por un “problema de consumo”, una palabra muy navideña que, en jerga socio-sanitaria, sirve para denominar al abuso de drogas, incluidas las que vienen en tetrabrik.
Mientras rastreaba inútilmente algún dato nuevo sobre la tragedia, me enteré de los secretos de la operación de Belén Esteban contados por su cirujano, su psicólogo y su callista, mientras una mujer saharaui intentaba desesperadamente llamar la atención sobre un problema sangrante y archivado. Pero por más que leí y releí, no fui capaz de dar con más información que el susodicho texto de agencia. Sin embrago, en la noticia hay una frase que se sale del esquema; el indigente tenía propiedades, por lo menos una, la nave donde le encontraron tieso.
No sabemos como llegó allí, pero lo cierto es que, en algún momento de su vida, Manuel había conseguido uno de los principales objetivos del patrón de la antes llamada sociedad de consumo: trabajar, ahorrar, invertir, especular, para tener un sitio donde caerse muerto.
martes, 24 de noviembre de 2009
Simplemente un periodista

Era Villaravid de esa generación que se hizo a sí misma y que logró acceder a la educación y la cultura a pesar de tenerlo todo en contra. A los 24 años era el responsable de la única radio de la comarca, se quedó sin emisora gracias a la Ley Fraga y desde entonces hasta que se jubiló, fue el corresponsal del diario El Progreso y de la Agencia EFE, además de colaborar y escribir en todo lo que se ponía a tiro. Era en definitiva, el periodista de cabecera del pueblo en el que por casualidad, yo vine a parar al mundo.
A finales de los setenta yo me largué a Madrid para convertirme en una “rara avis” local, un chaval que quería convertirse en periodista en lugar de ser abogado, médico o ingeniero, que era lo que se llevaba entonces y con lo que soñaban todas las madres. Eran los tiempos en los que la Universidad era la esperanza de las clases medias y bajas para que sus hijos pudiesen llegar a ser lo que ellos nunca pudieron. Era antes de que las clases medias se convirtiesen en mediocres y cuando el periodismo era un oficio y no un camino al estrellato.
Me zambullí en la vida agitada de lo que entonces se llamaba “la capital” y poco a poco fui despegándome de los orígenes. Me fui curtiendo en crónicas apresuradas con más o menos acierto y épocas de éxito efímero, reportajes más o menos sonados y alguna que otra jefatura, a todas luces apresurada. Mi pueblo era ese sitio al que regresaba de vacaciones con una escena repetida siempre con el mismo patrón; a mitad de camino entre la estación del tren y mi casa, un antiguo compañero del colegio me saludaba desde la puerta de su zapatería con la misma frase: “¿Qué tal va eso Villaravid?”. En su escuálido mundo mental, el antiguo camarada quería transmitirme un mensaje: “no te hagas el importante porque al fin y al cabo, no eres más que un simple juntaletras”.
Gracias a esa mezcla de soberbia e ignorancia que te proporciona la juventud, tardé años en darme cuenta de que en realidad, y sin quererlo, me estaba haciendo un elogio. Donde él colocaba la intención socarrona de rebajarme al oficio de periodista local, yo empecé a leer el reconocimiento inconsciente de la realidad y la grandeza de la profesión que elegí hace un tiempo ya remoto.
Ahora que ya he comenzado a olvidar las miles y las hieles de este negocio, he aprendido que es mucho más fácil, y de paso más glamuroso, ser corresponsal internacional o cronista del Congreso, que informador local. Al fin y al cabo, cuando escribes sobre ministros, dictadores, traficantes de armas o estrellas galácticas del fútbol, no estás obligado a cruzártelos en la calle a la mañana siguiente, ni a tomar el café en los mismos bares. Siempre es más llevadera una nota de protesta o una carta al director, que una recriminación, una crítica o una petición de cuentas a bocajarro, cuando vas andando por la acera o vas a compra el pan.
En estos tiempos en que nuestras televisiones son feudo de iletrados sin entrañas que manejan con maestría la malediciencia y el insulto zafio, ahora que los periodistas son básicamente portavoces de las empresas que les pagan el adosado, el gimnasio y el divorcio, ahora que los masters disimulan una igonrancia supina sobre la vida, valoro cada vez más a esos periodistas de lo cotidiano, capaces de entrevistar con la misma soltura a la bibliotecaria y al famoso que visita el pueblo, capaces de escribir de la ampliación del mercado de abastos o del último episodio de transfugismo político. Ahora que la importancia de la noticia depende del nivel de escándalo, valoro cada vez más la información rutinaria, la labor de quienes mantienen a sus vecinos informados de lo que realmente les atañe, por muy gris que pueda parecer.
La última vez que lo vi, Víctor luchaba contra el cáncer a base de nuevos proyectos de futuro y me regaló una reflexión que resumía muchos años de vivir contando cosas. Hablábamos de lo que había cambiado la sociedad de nuestro pueblo desde que yo había nacido y él había comenzado a ejercer de plumilla, que más o menos fue por la misma época, y me dijo: “Antes traballábamos catro o os demais ríanse de nos”. Lo recordé el otro día, cuando al regreso de mi viaje abrí un periódico plagado detenciones de políticos corruptos. A lo mejor, querido Víctor, la cosa no ha cambiado tanto. Lo malo es que cada vez queda menos gente capaz de darse cuenta y contarlo bien. Gracias y hasta siempre compañero.