La bandera anarquista cubrió el féretro de Fernando Fernan Gómez durante su adiós en el Teatro Español. Las cadenas de televisión recogieron el detalle con naturalidad y pasando como de puntillas. Ni una sola referencia al cabreado ideario político del gran actor fallecido, “una pérdida irreparable para la cultura española”, según opinión unánime de todos los plumíferos del país.
Ese día, las mismas ¨teles¨recogieron por segunda vez el vocablo “anarquista”, en esta ocasión para definir a parte de los integrantes de las concentraciones de protesta por el asesinato de un joven antifascista en una reyerta multitudinaria con otros jóvenes de extrema derecha. Una de esas manifestaciones acabó a tortazo limpio entre los denominados jóvenes antisistema y miembros de un sindicato estudiantil de izquierdas, mientras artistas e intelectuales poco sospechosos de derechismo echaban de menos a Fernando y a algunos de sus amigos recientemente fallecidos como Haro Tecglen. En otros sitos la sangre no llegó al asfalto, aunque durante toda la semana un bronca callejera suficiente para alimentar telediarios, acojonar al vecindario, cabrear al llamado ciudadano medio y caldear la estéril polémica entre gobiernos y oposiciones.
En una de las fotos de los incidentes se aprecia a un “skin” lanzando una valla contra un grupo de policías. En la parte trasera del pantalón embutido en botas militares, casi a la altura de la nalga derecha, este cachorro del nihilismo punk de los primeros ochenta lleva dibujado el emblema internacional del anarquismo, de ese anarquismo estético que adora a Buenaventura Durruti e ignora a Ángel Pestaña, que prefiere la incultura de la K al pulido castellano de Fernan Gómez, del quien quizá lo único que conozcan sea su famoso exabrupto “a la mierda”.
Quizá algún día alguien explique por la tele que anarquía no es sinónimo de caos, sino de libertad, solidaridad y respeto por el ser humano. Mientras tanto......a la mierda.
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