En el monasterio de Sant Benet, a menos de cincuenta minutos de Barcelona (sin atasco y dándole al coche una caña moderada) se ha abierto un túnel del tiempo por el que se están colando olores fétidos que brotan de la nada, cánticos de gargantas mudas desde hace cientos de años y hasta fantasmas de monjes que se pasean por los claustros para pasmo de turistas y regocijo de seguidores de Iker Giménez.
La cosa ha pillado dimensiones internacionales y desde Japón, Inglaterra o Estados Unidos han llegado reporteros para indagar sobre esta brecha en el tiempo que se ha abierto en el corazón del oasis catalán. A lo mejor resulta que esa es la explicación a lo que sale a diario en los papeles. Bien mirado, los engominados cazadores de la manifestación del otro día bien podrían haber llegado directamente de un pasado ambientado en Los Santos Inocentes. Lo mismo se puede decir de los autodenominados antifascistas, que parecen escapados de un casting de Revuelta en el Frenopático, y que el otro día sembraron el caos en Madrid y protagonizaron hazañas tan loables como el destrozo de la maquinaria de obra en la que un trabajador autónomo había enterrado todos sus ahorros.
Que mejor explicación que la existencia de una fisura en el tiempo para entender la proliferación de cavernícolas maltratadotes y asesinos de mujeres, con perdón de los verdaderos cavernícolas, por supuesto. O para entender los comunicados de la Conferencia Episcopal, que dentro de nada inaugurará el túnel Torquemada.-Rouco
¡Qué bonito sería poderle echarle al empedrado del tiempo la culpa de la existencia de traficantes de esclavos, señores feudales del ladrillo y psicokillers patrioteros!. Pero lo cierto es que, por muchas psicofonías que graben en los monasterios abandonados, los sonidos realmente espeluznantes siguen siendo los gritos de las madres que llevan a sus hijos en brazos a los hospitales de Bagdad, Kenia, Palestina o Kurdistan, o los lamentos continuados de los torturados en cualquier penal de esta planeta. Desgraciadamente para Benita del Valle, su verdugo, condenado a 15 años de cárcel, no venía de la edad de piedra sino de Valladolid, y había nacido en 1953.
1 comentario:
Me parece que está hilado muy fino este asunto. Suscribo cien por cien lo dicho.
Javier
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