domingo, 18 de mayo de 2008

DECONSTRUCCIÓN INFANTIL

Marco y su mono Amedio dejaron Nápoles y se fueron a Argentina para buscar a su mamá y pasar las mil aventuras que todos conocemos. Old Sathersand abandonó Alemania para recorrer las praderas de Missouri con el indio Winettou. Los padres de Manolito se embarcaron en un puerto gallego para montar en Buenos Aires la tienda en la que conoció a Mafalda. Todos nos criamos con esos héroes de papel.
A principios del siglo XX millones de europeos huyeron de la miseria y la falta de esperanza que se asolaban el viejo continente, con destino al sueño americano. Montaron guetos, campamentos de chabolas y caravanas itinerantes, hasta que lograron instalarse definitivamente y construir avenidas y rascacielos. Fue la mayor emigración masiva que ha conocido la humanidad a la lo largo de su historia. La música, la literatura, el cine y toda nuestra cultura en general son buena prueba de ello.
Hoy sus descendientes colocan en el desierto una gigantescas valla metálica para que no se cuele nadie en su casa. Sus primos de Europa miran asustados a los recién llegados de África, Asia o la América más desafortunada. Algunos gritan “Qué se queden en su casa”, “Viene a quitarnos lo que es nuestro”, “Nos quieren imponer sus costumbres”. Se levantan muros de incomprensión, de odio y se les pone la marca del sospechoso. Hace casi cien años alguien sacó una foto en un puerto gallego: un hombre de rostro cetrino y una mísera maleta en la mano, intenta contener las lágrimas mientras su hijo se abraza a su cintura. Todos los días vuelvo a ver esa cara en los informativos de la tele y la, verdad, prefería las andanzas de Marco.