domingo, 31 de mayo de 2009

El color del cristal


El refranero tiene mucho de coñazo, algo de sabio y un poco de irrefutable, pero el de formulación más enigmática es ese que dice: “todo es según el color del cristal con que se mira”. Quizá por eso los poderosos siempre están detrás de cristales oscuros, y si no fijaros en los bancos, los juzgados y las comisarias. Por eso desde fuera las ventanas del palacio de la Moncloa no dejan ver nada de lo que ocurre dentro y me temo que tampoco dejan ver mucho de lo que ocurre fuera.

Allí dentro el presidente Zapatero da vueltas a un idea: el encuentro y la alianza de civilizaciones. Como idea me parece buena pero, ¿qué define hoy una civilización?. El mundo es una hamburguesa envuelta en un kebab. Los enrollados de las élites occidentales estudian yoga y leen a Confucio, mientas los subdesarrollados de la plebes tercermundistas sueñan con estudiar marketing empresarial y leer libros sobre el éxito social. Los ricos de los barrios financieros aspiran a vivir en el campo sin hacer nada y los pobres de las aldeas pelean por una hipoteca en un barrio periférico. Entiendo el dilema del pobre Zapatero, convertido en un Hamlet de la globalización.

La culpa la tiene el color del cristal de la ventana, que le impide ver con nitidez lo que pasa a la puerta de su casa. Allí, pacientemente sentado en una silla medio rota viendo pasar a los líderes mundiales dentro de sus coches con cristales ahumados, está Segundo Quiñones, un colombiano con un problema muy español. Hace cuatro años se compró una casa en Elche. Se quedó en paro, pero siguió pagando la hipoteca hasta que dejó de cobrar la prestación de desempleo, momento en el que la caja de ahorros, una de esas con una gran obra social, le dijo: “vete a comer a tu casa que te la vamos a embargar”. Segundo se echó a andar y llegó a Madrid, donde se juntó con otros españoles con el mismo problema y se fueron a acampar a la puerta de Zapatero. Y supongo que allí siguen, entre la ignorancia de la prensa y la opacidad de los cristales de La Moncloa.

Si un día el presidente quiere ir hacia el encuentro de civilizaciones quizá debería empezar por bajar la ventanilla del coche justo antes de entrar en su casa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente resumen. De hecho, ya no sólo ZP. Prácticamente toda la clase política debería ponerse el mono (sin cámaras de por medio), a ver qué se siente. Yo empecé a sospechar cuando vi que el ejercicio de la política es algo harto sacrificado y muy vocacional, casi altruísta, pero todo dios quiere ser político. Los mayores mangantes del planeta encuentran amparo bajo un cargo político que les proporciona recursos a medida para poder forrarse... Nada nuevo, vaya. Por eso repito: excelente resumen. Un abrazo, Poy.

Andrés Iniesta dijo...

Así que Segundo decidió hipotecar su vida por una casa y ahora no puede pagarla, y se va a protestar al zp... pues pásale el libro de Fausto, para que lea mientras espera y entienda lo que ha hecho (y lo que le espera).

Videos dijo...

Que curioso: lo que se parecen magnates y mangantes y lo infausto que resulta venderle el alma al banco.
Gracias por vuestros comentarios