lunes, 3 de octubre de 2011

La última corrida


El otro día vi a un chaval, con los cojones de un torero pegados en la nuca, llorando mientras se lleva al diestro (por cierto, ¿no hay toreros zurdos?) desde la Monumental de Barcelona hasta su hotel (el del torero, no el del porteador, que la cosa cambia mucho). El tipo le gritaba a la cámara que le habían quitado lo más grande y lo mejor que tenía (espero que refiriéndose al cierre de la plaza de toros). Eso pasaba a pocos metros de donde vivo, pero yo lo vi por la tele, que es donde se ven bien las cosas. Pero como soy de natural curioso, salí a la calle a disfrutar con el espectáculo. Por un lado los antitaurinos celebrando el fin de la tortura, por el otro los taurinos llorando por desaparición de una cultura fundamental. Incluso había quien se lamentaba por la perdida de libertad de expresión y casi todos, por una cosa o por la otra, se sentían más patriotas que nunca.

Y os preguntaréis, ¿que tiene que ver esto con la foto de la señora pidiendo en la calle?. Pues resulta que la señora también vive en el barrio, concretamente en la entrada de un tienda que se alquila desde hace un año, y que cientos de personas: taurinos, antitaurinos, escépticos, aburridos, apáticos, achispados, todos sin excepción, pasaron a su lado sin verla. O sin querer verla, como algo que no va con ellos, que a ellos no, que eso le pasa a gente muy desestructurada, sin familia, sin amigos.

La señora de la foto no quiere contar su vida, lo cual me parece muy lógico, pero de su cartel deducimos algunas cosas. No tiene faltas de ortografía, lo que supone un cierto nivel cultural y además indica que el cartel tiene muchas posibilidades de ser verdad. Dice que su marido murió y ella se quedó en la calle, lo cual puede significar que no hace tanto llevaba una vida más o menos normal, si es que tal cosa existe, y de golpe todo se fue al carajo. Su aspecto limpio y las dos maletas grandes, seminuevas y repletas, parecen indicar que la anterior sospecha es cierta y que todavía no ha entrado en la cuenta atrás del vagabundeo. La señora de la foto quizá hace poco tiempo tenía una familia, y no necesariamente desestructurada, quizá tuviera amigos y, eso seguro, en algún momento todo se fue a la mierda. Una situación que a veces está más cerca de lo que pensamos.

Más de diez millones de españoles vive en una situación de “riesgo de pobreza o exclusión total”, en eufemismo que viene decir que las están pasando más putas que Caín para sobrevivir malamente. Diez millones de españoles viene ser casi uno de cada cuatro, por si no os apetece hacer el cálculo Los que mejor lo llevan son los ciudadanos de Navarra, donde el indice de personas al límite es de una de cada diez, y los que peor son los de Melilla, donde están oficialmente hasta el cuello cuatro de cada diez. Esto último lo pongo para que parezca más serio, pero en realidad no aporta casi nada, igual que la mitad de los datos que vomitan en los informativos.

No sé el informe que se llama AROPE, siglas de “At Risk of Poverty and/or Exclusión” (y aquí no os hago la traducción para no insultar a vuestro preclaro intelecto), incluye a muchos de los que están volviendo a casa de sus padres pasada la treintena, e incluso la cuarentena, porque se les ha desmanganillado todo el tenderete, a los que están apurando los últimos cartuchos de los ahorros mientras ven como no venden ni a tiros la vivienda que hace sólo tres días era “una inversión segura que nunca puede perder valor” según los listos de las entidades financieras, a los que se pasan días trabajando en proyectos que nunca cobrarán, o al que está esperando una regulación de empleo o a los que andan por ahí fuera buscándose la vida y ven que como cada día lo tienen más chungo para volver y no engrosar las filas de la precariedad. Pero me temo que no, que esos todavía no están en esa lista. Y si contamos a todos esos que andan, o andamos, por la cuerda floja y sin red, se le eriza a uno el pelo de la nuca.

Y con el pelo de la nuca ya erizado, cuando uno lee lo que dicen y hacen quienes piden nuestros votos prometiendo sacarnos del pozo, es el momento de echarse a llorar... de rabia. Ahí si que la corrida promete ser larga, porque nos toreando como les da la gana, pegan un capotazo tras otro y les está saliendo la faena redonda. Claro que para corrida la que se marcó el otro día el broker de la BBC. Ese si que se quedó a gusto . Lo dijo alto y claro, como en la película de Willy Wilder. Uno: hay quien está aquí sólo para forrarse y para eso hace falta que la mayoría pringue a base de bien. Dos los políticos no mandan un carajo. Tres, esto se hunde, pero sólo para los pringaos, que somos los tontos que miramos al dedo cuando nos señalan la luna.

Como era de prever, al tío le han puesto a caldo, pero no se puede decir que sea un mentiroso ni un hipócrita. La señora de la foto dice que no tiene ninguna opinión sobre el broker susodicho, ni sobre las promesas electorales, ni sobre las primeas de riesgo, ni sobre la desestabilización de la zona euro, ni sobre los recortes presupuestarios, que ella lo que quiere es volver a dormir bajo un techo. Por no tener, ni siquiera tiene opinión sobre el asunto de la última corrida. Aunque a lo mejor la tiene y se la calla. Y a lo mejor se parece mucho a aquello que decía el Guerra (el torero, que no el político): “Más cornás da el hambre”.

6 comentarios:

Fernando Muñiz dijo...

Puñeteramente certero. Como siempre.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Querido Manolo. Me ha gustado mucho el escrito, e invita a la reflexión. Acabo de
leerlo y entre un montón de trabajo que tengo en la mesa, he parado a pensar un poco
y darme cuenta de la suerte que tengo. Gracias. Y ahora sigo trabajando, con un poco
más de alegría, !qué afortunado soy¡.
Chucho

Anónimo dijo...

Bien, muy bien. Gracias!
Amparo

Miquel IP dijo...

Manolo, se agradece esta visión crítica de lo que nos rodea. Comparto totalmente tu reflexión. Como esto va a peor, algo tendríamos que hacer, no?
Salut
Miquel

Anónimo dijo...

Cuando aprendamos a no mirar el dedo, entonces nos lo meteran en el ojo!
Un abrazo Manolo,

Pere

Anónimo dijo...

Atinado y fino, sí señor.
Un abrazo
Juanma