jueves, 22 de noviembre de 2007

Televisión, espectáculo y realidad descerebrada

La última prueba del “vale todo con tal de que el circo funcione” fue la noche anterior al 20 N en Tele 5, donde montaron una Noria, que más bien era un terrario por donde pulularon alacranes, víboras, escolopendras y serpientes que largaron todas las fascistadas que les dio la gana, para regocijo de miles de burros intolerantes y pasmo de tres o cuatro inocentes e incautos espectadores. Eran reptiles de la peor especie incubando los huevos de la violencia, el racismo y el odio. Era la realidad televisiva en su peor salsa.

En 1967, Guy Debord, uno de los fundadores del movimiento situacionista, publicó La sociedad del espectáculo, en el que vaticinaba el reinado autocrático de la economía mercantil y sus nuevas técnicas de gobierno mediante la manipulación informativa. Eran los días de la erupción de nuevas ideas que estallaron en el Mayo del 68 y la información-espectáculo andaba con chupete. Quince años antes, en 1952, el periodista norteamericano Ed Murrow lanzó la advertencia de que la información en televisión estaba a punto de ser dominada por el espectáculo. Murrow ganó su pulso y logró vencer al ultraconservador senador J.R. McCarthy, el de la anticomunista caza de brujas. (La historia puede seguirse en la película Buenas noches y buena suerte). Pero al final, la predicción del periodista se ha visto cumplida de sobras.

Recientemente el mesiánico Iñaki Gabilondo afirmaba que “la televisión ya se ha lanzado a la lógica del mundo del espectáculo” y que “la complejidad está en horas bajas”. (El Pais Domingo 5 de Marzo de 2007). Vamos, que nos cuentan las cosas como si fuésemos tontitos o retrasados. Tenemos más canales de comunicación que nunca y la información sigue siendo un bien escaso, aunque ahora también es un bien confuso y difuso. Podemos saber al minuto el tiempo que hace en Melbourne o cual es el último cotilleo en México DF, pero no tenemos ni pajorera idea de cuantos pobres reales hay en nuestro país.

Hace poco encontré en el videoclub una película que se titula Citizen Veredict. El programa estrella de la televisión es un juicio en el que el jurado es la audiencia y el veredicto se emite por teléfono. Pone los pelos de punta, pero no está tan lejos como parece. Le teoría del linchamiento siempre nos ha ido mucho. Juzgar la vida de los demás, aliviarnos con la muerte ajena y evitar el contagio con los que lo llevan mal, son nuestro pasatiempo favorito desde la edad de piedra. Lo único que hemos hecho es sofisticarlo.

Pero si tu piensas cosas parecidas a estas, no se te ocurra comentarlo en la próxima cena con los colegas. Te mirarán raro y empezarán a sospechar que no eres muy de fiar y que lo que quieres es hacerte notar, o algo peor: ser distinto. Y eso, como diría Flanders, el siniestro personaje de Los Simpson, es pecadito mortalito.

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